Ago

2011

Vientos de austeridad. (Revista BA MAG)

Propia de su esencia, tanto en su vida como en su arte, la austeridad brota en cada uno de los pasos de Verónica Soncini. Síntesis y signos forman parte de su poética, su manera de expresarse, tan ligada a la cultura del trabajo que desde su taller persigue, vuelve emblema una estética constructivista americana llena de gestos. Crear, sentir, plasmar el arte que emana desde el propio ser. Leer más...

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Vientos de austeridad

Signos, colores, expresión. Unos mates, y una charla cálida y amena con una artista que le huye a las estridencias, de todo tipo. Austeridad es su palabra, esa que la pinta en cuerpo y obra. Desde lo personal, su voz suave y una búsqueda incansable desde el trabajo y el esfuerzo la alejan del clásico estereotipo del artista egocéntrico y de gestos llamativos.
Desde lo visual, los colores de la tierra son su sello, ese que se traduce tanto en sus cuadros, como objetos y collages, donde reinan las paletas armónicas, telas usadas y maderas bien vividas. Sintética, simbólica y con una fuerte estructura, su obra traduce un mensaje a descifrar, lleno de códigos que se esconden y entremezclan acompañando los planos de color. Trabajando en los más variados formatos y soportes, como textiles, cartones, papeles, objetos y hasta libros de artista, va encontrando su camino de expresión.
La búsqueda de Verónica se concentra en ir desarrollando todas sus formas de expresión, que se traducen en nuevos soportes, formas e ideas para seguir transmitiendo su mensaje. Así, a lo largo de los años, su estética evolucionó a paso lento y preciso, con una obra que fue empatizando de a poco con las formas primitivas americanas, donde los colores saturados fueron dejando lugar a paletas grises, tierras y ocres; y las formas, ganando simbología.
Una infancia en San Cristóbal, una familia sin artistas a la vista y la carpintería de su abuelo, llena de maderas y herramientas, marcaron sus primeros años. Más tarde llegaría su deseo cumplido de tomar clases en talleres, tarea que mantuvo por alrededor de veinte años empapándose de diferentes maestros. Osvaldo Dubatti le contagió el amor por el trabajo, el asombro ante las pequeñas cosas y un ajustado manejo del color. Alberto Delmonte, su último maestro, le brindó los medios para dar un sustento conceptual a su obra y a la vez una estructura formal de equilibio. La Escuela Prilidiano Pueyrredón, luego la licenciatura y la decisión de volcarse de lleno al arte, su gran pasión.
El presente de Verónica se muestra fértil y lleno de acción. Pinta en diferentes formatos y soportes, crea objetos, textiles, collages llenos de sentido y libros que entre tapas de madera intervenida hilvanan reflexiones, bocetos y color. Artista, madre y profesora de plástica e historia del arte, Soncini sabe mantener el equilibrio en su vida. Y cuando se le pregunta por la fórmula del éxito, hace una mueca como de no entender y dispara: “Solo trato de ser yo”.

¿Fue una sorpresa para tu familia tu inclinación por el arte?
Sí. Porque en mi casa no solo no había ningún artista sino que ni siquiera existió un hábito de disfrute por el arte, no visitábamos muestras ni museos. Fue una cosa bastante mía, muy propia.
Hiciste más de veinte años de taller, es mucho para un artista. ¿Qué sentís que te aportaba?
Yo siempre busqué la expresión, desde la escuela me seducía todo lo que fuera plástica, música, actuación. El taller me daba un espacio de desarrollo personal. Pasé por muchos artistas, también muchos años en MEEBA, forjé relaciones muy lindas y todos valoraron mi trabajo. Fue un espacio de formación maravilloso.
¿Por qué en 2004 decidiste dejar?
Porque ya tenía muchos años en esto y me sentía formada para trabajar sola. Desde el 96 ́, que pude tener mi taller propio, comencé a trabajar sola, pero siempre dejaba un día para estudiar con mis maestros; me venía bien, me ajustaba algunas cosas, me relacionaba con otros artistas, la charla, la reflexión conjunta, también te va aportando. En 2004 nació mi último hijo, era medio complicado moverme con los otros chicos en etapa escolar (tiene tres varones) y me di cuenta que era momento de concentrarme solita.
¿Cambió en algo la maternidad tu obra o visión del arte?
Cuando tuve a mi tercer hijo tenía poco tiempo para instalarme en el taller, entonces empecé a llevarme materiales más prácticos a mi casa y ahí aparecieron los collages. Y eso que al principio fue un trabajo que hacía como para no perder el hilo, cuando pude retomar mi actividad full time lo incorporé a mi obra. Entonces tu estética y obra fue deviniendo de las circunstancias y el hacer... Claro. Muchas veces me dicen: “qué creatividad”; yo no voy a decir que no, pero el trabajo metódico y comprometido es lo que hace que eso vaya surgiendo.
¿Ese trabajar llevó también a que aparecieran los libros de artista?
Claro. Cuando el símbolo empieza a aparecer, yo empiezo a tratar de nombrar a mis obras. Se me dio por escribir esa búsqueda que me hacía hilvanar todo lo que venía pensando para toda mi obra en general. Escribía mis dudas, mis aciertos que quedaban en papelitos al margen, quizá un boceto con algo escrito al lado. Pasaron unos años y me di cuenta de que estaba llena de estos papelitos y un día me decidí a pasarlos y guardarlos. Y bueno, fue ahí que decidí hacer textos intervenidos por collage. Como se venía una muestra armé un libro de artista con todos estos tex- tos. Los presenté en noviembre pasado con mucha aceptación.
En tu obra hay mucha relación con la materia...
Sí, me encanta, quizá huelo las maderas, las siento; es mi historia y la de tantos otros. Una madera vieja, gastada, con muchos clavos, te da idea de trabajo, de vidas vividas, por eso las culturas primitivas me seducen tanto.
¿Todavía quedan maderas de la carpintería de tu abuelo?
Sí, muchísimas. Él tenía una carpintería enorme y cuando cerró me quedé con varias cosas. Él murió cuando yo era chica pero mi papá mantuvo ese local durante años y yo pasé mucho tiempo allí. Se ve que todo eso va quedando, porque lo que todo el mundo veía como trasto viejo para mí era un tesoro.
¿La cercanía a lo primitivo americano devino del estudio o de una búsqueda interior?
No puedo dejar de lado lo racional, pero la búsqueda interior es fundamental. Vos podés estudiar mucha técnica pero si no tenés nada para decir, no sale nada. Torres García decía: “ser para hacer”, si no encontrás tu forma de ver el mundo, esa mirada va a cambiar permanentemente. Yo empecé a ver que lo que escribía con lo que cosía y martillaba era todo parte de lo mismo. Al principio parece que estás haciendo pruebas y de repente todo se une y pensás: “todo esto soy yo”.

De estéticas y caminos
Verónica sos una artista que no trabaja por serie, pero ¿hubo períodos dentro de tu camino?
Sí. El camino no es una línea recta, pero existen márgenes en los que uno se mueve. Aún en los momentos que hacía figuración era bien sintética, geometrizada, siempre aparecía el signo... yo creo que siempre estuvo este interés de buscar una síntesis y la parte sígnica y simbólica.
¿Cómo caracterizarías tus distintos períodos?
Creo que muchas veces responden a la influencia de los artistas con los que cursé, porque inevitablemente te van dejando una impronta que vos después tenés que asimilar; decanta lo que más te enriquece y lo otro lo vas desechando. Pero primero hubo una etapa más figurativa, luego se puso más sintética y apareció una etapa muy sígnica que interrumpí un poco para fortalecer la estructura.
¿Cómo fue eso?
Mis últimos años los hice con Alberto Delmonte, que fue un importantísimo maestro, sumamente enriquecedor para mí; y él ayudó muchísimo en esa estructura básica constructivista que es la que hoy más se ve. Pero al principio yo me despojé de todos mis signos para afianzar esa estructura, y después, una vez logrado esto, inevitablemente volvieron a surgir.
¿Las paletas también tuvieron su evolución?
Sí. En la etapa de estudio apareció de todo, pero después, que yo empiezo a sentir mi forma de trabajar y voy marcando un estilo, hubo una etapa de más color y contraste, y luego empecé a entender, por empatía con lo americano, la historia y esa relación con la tierra; que podía trabajar mucho color sin tanta saturación, y aún dentro de la tierra que yo trabajo hay una cantidad enorme de colores y sutilezas que no están perdidas, sino que ayudan a que la obra se transmita en ese sentido
Concepto y color de la mano...
Sí. Es que cuando tenés un concepto que se hace cada vez más claro hay que acompañarlo con todo, con el color, con las técnicas... Si mi manera de trabajar se contradice o compite con el mensaje, se anularía lo profundo de la poética de la obra.
¿Trabajás obras en simultáneo
Sí. Cuando un cuadro descansa hago un objeto o un collage.
No parás nunca...
No paro. En una época me hacía una grilla con los días de la semana y las horas trabajadas cada día, y contaba en la semana las horas de trabajo para no achancharme.
No existe el ocio creativo entonces...
No (risas).
El arte, el mundo y la creación... Sos meticulosa a la hora de trabajar, ¿sos igual a la hora de mostrar tu trabajo?
Sí, me importa mucho cómo se cuelga y enmarca la obra. Me gusta y me lleva mucha energía, por eso no puedo exponer tan seguido. La muestra para mí es parte de mi obra, entonces pienso cómo quiero iluminarlo, qué frases quiero que acompañen cada obra...
¿Y cómo te llevás con la figura del curador?
Es complicado porque a veces el curador no conoce tanto del artista y hay que unir los criterios. Siempre llego a buen diálogo, pero a mí me gusta armarla yo.
Cuando mostrás, ¿sigue tu impronta austera o te gusta la exposición?
Es lindo mostrar, pero yo soy de muy bajo perfil.
¿Sentís que hoy la gente sigue eligiendo la pintura por sobre las demás disciplinas?
Sí. Es como que tiene un éxito tradicional. La gente ve un collage o un objeto y le parece que es “menos” que la pintura. Pero no lo creo en el impacto de la poética. En la última muestra armé una pared toda de objetos e impactó bastante. Ahí se llegó a entender y valorizar la función del objeto.
El extranjero en ese aspecto está más naturalizado con el arte... ¿no?
Sí, aunque venga en bermudas y comiendo pochoclo se acerca y pregunta. Al argentino le cuesta más. Y ahora hay mucha movida pero no es precisamente de arte.
¿No comulgás con cierto tipo de muestras que actualmente se están llevando a cabo?
Y... hay mucha gente que tiene dos años de taller y está exponiendo, y obra de pequeña envergadura compartiendo sala con una de mucha envergadura, y el criterio del observador se marea un poco en la oferta. Hay oferta de nivel muy desparejo.
Y a concursos, ¿mandás trabajos o sentís que son parte de esta misma corriente?
Un poco sí. Mando pero cada vez menos porque muchas veces no entiendo o no comparto la premiación. Yo estoy formada de manera tradicional, donde el lenguaje visual es algo para aprender. Yo veo gente que no aprendió y que expone sin haber aprendido. Está buscando una expresión personal y no hay formación atrás, y eso se desvanece.
O sea que para vos artista no se nace, se hace...
Se hace, sí. Mucho traerás, sobre todo la necesidad de expresar, pero después te hacés, hay que leer, estudiar, trabajar muchísimo... ese por lo menos es mi camino, de austeridad. Toda esta cultura del trabajo y la búsqueda es la forma de vivir mía, el arte es una manera de vivir. No es que soy artista así y mamá y profesora de otra manera. Lo que aparece es mi espejo, yo trabajo, me esfuerzo, y esa línea así de simple es lo que prevalece en cada ámbito de mi vida.•